Los rayos X se utilizan para generar imágenes de los tejidos y las estructuras dentro del cuerpo. Son especialmente útiles en la detección de enfermedades del esqueleto, aunque también se utilizan para diagnosticar enfermedades de los tejidos blandos, como la neumonía, cáncer de pulmón, edema pulmonar, abscesos.
En la mayoría de las exploraciones diagnósticas, no aparecerán adversos debidos a la irradiación. Aunque existen muchos tipos diferentes de efectos, los que pueden presentarse en la práctica diagnóstica son sólo unos pocos y su probabilidad muy pequeña. Por ejemplo, la cantidad de radiación que se recibe en un examen sencillo de rayos X, tal como una radiografía de tórax, cráneo, abdomen, zona pélvica, brazos, hombros o rodillas, es bastante baja, equivalente a la de un año de exposición a fuentes naturales de radiación.